martes, 15 de julio de 2008

qué se yo...


Cuando uno es chico cree que ser mayor es tener más de 21. Piensa que alcanzar el borde de la cama con los pies es haber crecido. Supone que las cosas serán mejores cuando ya no se dependa monetaria ni sentimentalmente de los padres.

Cuando uno tiene menos de 15 sueña con tener más de 18 y cuando tiene más de 18 y se siente igual que cuando tenía 15 cree que la panacea es llegar a los 20. Pero de golpe se encuentra a los 20 sintiéndose igual de incomprendido, o peor… Con algunas experiencias más, a lo mejor algunos quilos más o con suerte, con algunos de menos. Con menos destreza para el deporte y con la necesidad de dormir más cantidad de horas. Uno va sintiendo que quedó allá a lo lejos y hace tiempo el adolescente que a todo se oponía, al que le parecía divertido pasarse la noche sentado en un umbral tomando petacas de Dios sabrá qué líquidos extraños. Ya no se opone por el simple placer de oponerse a todo lo que las autoridades dictan. Ya no suena tan buena la música de ESA banda que creíamos que siempre nos iba a gustar. En fin, las cosas van cambiando mientras nosotros, inocentemente, pensamos que crecer es acumular años. La vida se nos pasa mientras nosotros creemos que uno se hace adulto en la misma proporción en la que el N° “millón” del DNI se hace más lejano.

Y nos convencemos. Y nos creemos el discurso de “ya soy grande, hago lo que quiero”.

Hasta que un día nos pasa algo que tira por la borda todo aquello que creemos haber construido con nuestro “crecimiento”.

Un día la vida se nos planta y nos dice, mirándonos por encima de sus hombros: “vos, que te crees tan grande, qué vas a hacer con esto?” Y ese “esto” puede ser cualquier cosa. Cualquier cosa que desafíe lo que creíamos nuestros principios, que desafíe todo eso que aprendimos, a lo que nos acostumbramos. Puede ser eso que convierta en petróleo el agua en la que nos movíamos como peces.

“Esto” puede ser aquello que cambie el curso de nuestra vida para siempre.

Y recién ahí, mis amigos, cuando nos toca tomar las decisiones difíciles es que empezamos a crecer. Recién ahí nos acercamos a lo que significa ser grandes.

Porque es fácil pedirle a mamá que le mande una nota a la profesora o la maestra para justificar nuestra ausencia a un examen por no haber estudiado. Es sencillo que otro decida cuál es el mejor de los colegios, la marca de ropa que va a durar más, la leche que es más nutritiva, los programas que podemos ver.

Pero cuando la vida te golpea y te estuviste convenciendo de que sos grande, estas solo. Y no sólo por falta de compañía. Estas sólo porque sos vos el que tiene que decidir.

1 comentario:

Federico Pomponi dijo...

Si, quizas uno solo siente que maduro cuando sabe como parar el golpe. Pero mi querida amiga, por suerte, uno escuchaba esas bandas que ahora no escucharia ni bajadas gratis y tomaba esos brebajes de los cuales el higado nos sigue pasando factura, junto a seres tan pequeñitos como nosotros mismos. y si tuvimos un segundo de suerte, no vamos a estar tan solos para decidir.
A sus ordenes para lo que guste mandar!!!